La Uruguaya
Pedro Mairal
El comienzo del fin indescriptible de una triste vida, querer ser escritor vuelca su vida a un simple locutor portueño.
Sera real ese susodicha crisis de los años cuarenta en los hombres turbadora, incierta, real o simplemente una resquicio para confundir secretos de alcoba, sexo y virilidad oprimida.
Da qué pensar o engañar al futuro, se presta oídos a esa famosa “crisis”, inestable, embrionaria y rudimentaria.
Otorga disculpa.
Así, en tan solo 140 sístoles y diástoles transcurrirá Pereyra, de Buenos Aires en Montevideo , con una vida insípida, fracasada y sin sentido puntualizara sin puntos ni comas un diario escrito y editado, en primera person, la realidad de un escritor en busca de escribir.
El mismo asevera venir de un ambiente de poesía y lectores pequeños.
Se repara.
La novela aunque haya cruzado el Atlántico le sorprende, dice el mismo.
Ni dudarlo.
Demasiada jerga básica elemental básica en toda su órbita, combina un desarrollo coloquial, perdiendo precisión espacial, al tiempo, al momento y no nos da más que algo local. Él recurre con pasos acelerados, Lucas Pereyra, a encuentros fantasiosos, imaginarios, fugaces, mensajes y morbo con una fémina, Guerra. Que no existe sino coexiste.
Escurridiza, indomable, sin garante.
Qué requiere psicológicamente, sola la psique inadvertida.
El protagonista sencillo, puede enmarcarse en ordinario. No más.
Pertenecer a la generación de los años 90´s, nos estrena con la televisión por cable dispositivos móviles, el Internet juegos electrónicos y al parecen también con los realities televisivos. Y….
La crisis financiera hace estragos en toda la sociedad, debido a la flotación del valor del dólar sumergiendo a la sociedad en conflictos de interés y bancarrota. Montevideo centro estratégico para vandalismo, así, Pereyra cruza en barco para rescatar unos cuantos dólares: pagará deudas, fracasos y resacas. Resultado cabezón y badulaque.
El tema nos arroja a la incompetencia patente del paciente en su diario, el cual el enano borracho despilfarra frívolamente, con el sur en la mano.
Recubre con pizcas de amor a Maiko al cual parece barruntar cierto amor paternal, pero lo vivido ya, es sentimentalismo en purificación deshonesta, es hombre, egoísta, insensato, subrayando a los malogrados zánganos de Tía Tula.
La Uruguaya de Pedro Mairal quedo lejos de ser algo mejor logrado, quedo en él pudo haber sido algo más, algo extraordinario no solo un relato lleno de salpicones con modismos, incomodos e imprecisos, en exceso. La obligatoriedad del ser universalmente compartida se estrecho a él individualismo oscuro.
La masculinidad, la paternidad interrogada, el compadrazgo, la convivencia diaria con el ser de no saber quién es, que se …. ignora, evades, lo drogas para no ver la cara; un hombre que refleja burdamente la lejanía de ser algo más.
El final es ridículamente enmarcado en ese abandono del hogar, con el desequilibrado cliché, culpando a ella de un “lesbianismo” figurado, más para no reconocer su propio fracaso en él mismo.
Rebobinar.
Nely L. Friedrich
19.02.20
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